Génesis literalmente empezó a vivir a los 18 años. Sus manos se convirtieron en la guía de sus ojos, atrapados en la oscuridad desde su nacimiento, un 25 de diciembre del año 1991. Desde el 2009 el papel, la tabla de madera, la regleta de metal y el punzón se transformaron en sus fieles aliados para descubrir el significado que esconden las palabras

Desde niña soñó con estudiar, formarse, ser independiente, pero la discapacidad visual que padece generó que su madre se aferrara a cuidarla, con tal devoción, que postergó aquel anhelo hasta cumplir la mayoría de edad. Hoy, con 20 años, Génesis abrió sus alas. “Hace dos años empecé a vivir sí, empecé a ser independiente, a defenderme sola”, afirma.

La independencia de la que ahora habla la obtuvo, en parte, al aprender a leer y escribir en el Centro de Capacitación Tecnológica para Personas con Discapacidad (CCTPD) que la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho (Fundayacucho) inauguró con el fin de reconocer, empoderar y garantizar la integración efectiva de la población con disfunción visual.

En el CCTPD la población con discapacidad visual aprende el método de lecto-escritura táctil llamado Braille, tiene acceso a computadoras para navegar en Internet y a otros sistemas de informática que permiten imprimir en el Sistema Braille y convertir textos en audio.

El centro abrió sus puertas en el año 2009, y desde esa fecha es coordinado por Carlos Penagos, un servidor público con discapacidad visual. “Llegué aquí en cero, no sabía nada, pero con el Sistema Braille aprendí las vocales, el abecedario, a acentuar las palabras y a leer. Hoy le doy gracias a Dios, a la Fundación y al señor Carlos por todo lo que he aprendido”, dice.

La primera palabra que Génesis logró plasmar fue su nombre. De sus iniciales lecturas recuerda con especial apego el libro Chocolate de Amador Sequera. “El cuento se trata de un perro llamado Chocolate, lo recuerdo con cariño porque me hizo revivir mi niñez”.

Ávida de nuevos saberes

Génesis ya no tiene límites. “Desde pequeña quise estudiar, pero en mi casa me decían que no podía porque soy ciega. Tampoco salía porque no me sabía defender sola, salía acompañada y agarrada de la mano. Ahora me siento independiente y quiero seguir estudiando”.

Actualmente esta joven cursa cuarto grado en el Colegio Fe y Alegría, de La Urbina. En su salón, sus compañeros -también adultos- comparten su misma discapacidad, al igual que su maestra María Gabriela Díaz, quien se encarga de orientar a esta población hasta llegar al tercer año y alcanzar el título de Educación Básica.

“Me gustaría seguir avanzando, quiero hacer muchos cursos, y en un futuro graduarme como maestra en Educación Especial para ayudar a las personas que tienen una discapacidad como yo”.

Gracias a las políticas de inclusión ejecutadas por el Gobierno Bolivariano miles de personas con distintas discapacidades pueden desarrollar sus potencialidades, para ser más independientes. El Centro de Capacitación Tecnológica para Personas con Discapacidad es un grano de arena más, una muestra del esfuerzo individual y colectivo para ver la luz.

Fuente: Prensa Fundayacucho