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Hay que generar conocimientos

En sus recorridos por las playas de La Guaira realizó sus primeras “investigaciones y descubrimientos”, cuando apenas contaba con cuatro o seis años de edad, viendo a los cangrejos, a las hormigas león haciendo conos en la tierra, de la mano de su padre y de su abuelo que era farmaceuta, de quienes siempre recibía una explicación y un argumento para cada fenómeno que descubría

Gabriela Servilia Jiménez Ramírez es la actual ministra del Poder Popular para Ciencia y Tecnología e integrante de la Comisión Presidencial para la Prevención, Atención y Control de la COVID-19, es bióloga celular de la Universidad Central de Venezuela, con maestría en Docencia de la Investigación. Dice ser “feliz siendo mamá”, tiene tres hijos, “y siendo investigadora”.

—¿EN QUÉ SITUACIÓN ENCONTRÓ EL VIRUS AL MUNDO?

—De distintas maneras. Asia había experimentado dos o tres virus graves en los últimos 25 años. Experiencias que le permitieron aprender cómo reaccionar frente a epidemias tan agresivas. Por eso tomaron tan rápido el aislamiento y otras medidas de protección.

Cuando digo Asia me refiero a Vietnam, Corea, China.

A occidente lo toma muy mal, por el problema, fundamentalmente, de la privatización del sistema médico. El brote del nuevo coronavirus sacudió los sistemas de salud moldeados bajo el sistema neoliberal que privilegia el capitalismo. A la mayoría de los pueblos le tocó pagar las consecuencias de estados que dejaron en manos del mercado y del capital privado la salud.

Obviamente, conocimientos científicos para atajar la pandemia y reducir sus consecuencias existen, lo que no hay es la voluntad política de que los sistemas de salud sean lo suficientemente amplios para que la gente tenga acceso al diagnóstico, a la atención y a los medicamentos, mucho menos si están privatizados. Los sistemas de salud de occidente, por lo general, no se interesan por los empobrecidos. No invierten a favor de la vida. Así lo hemos visto durante esta pandemia.

En cuanto a la ciencia propiamente, el virus nos agarró en una situación en la que disponemos de conocimientos acumulados y herramientas tecnológicas para actuar y solucionar. En un tiempo extremadamente corto, emergieron procedimientos de aislamiento, innovaciones terapéuticas; se identificó el patógeno, la secuencia; de dónde venía el virus, cómo entra a las células, cómo infecta y cómo genera el mecanismo de patogenicidad.

Desde el punto de vista científico estábamos preparados. Las medidas que se utilizaron bajo la égida de la OMS (Organización Mundial de la Salud) y la experticia de China, aunque no fueron 100 % eficaces, fueron las medidas que tenían que haberse tomado.

Pero también debemos reconocer las debilidades de la ciencia moderna enfocada en curar enfermedades más que en entender cuáles son los determinantes que ponen la vida en cuestión y que hacen que vivamos de manera insana. Poco se investiga en el mundo sobre el impacto del sistema agroalimentario dominante, de la distribución del espacio en las ciudades, de los medios de comunicación. Hoy es un reto que tiene la ciencia. De hecho, los científicos cubanos, con su modelo de ciencia basado en la vida, fueron los únicos que apoyaron a China al principio de la pandemia.

—¿NO HABÍA FORMA DE ADVERTIR LA APARICIÓN Y CARACTERÍSTICAS DEL SARS-CoV-2 O, POR LO MENOS, ESTAR MÁS PREPARADOS PARA ENFRENTARLO?

—Es difícil predecir la aparición de un virus.

Los científicos tienen la capacidad para predecir virus recurrentes que pueden tener un rebrote a futuro, pero en un virus que nunca había aparecido en la humanidad, que se comporta de una manera diferente y que no provoca síntomas en la mayoría de las personas infectadas, era extremamente difícil predecir. Es distinto cuando tienes H1N1 que tú sabes que puede hacerse pandémico, en un momento determinado, dependiendo si tienes x o y mutación. La humanidad está preparada para enfrentar una pandemia de H1N1, dependiendo de las combinaciones, porque prevé las mutaciones que van apareciendo en función de las que aparecen el año anterior, para generar vacunas.

Entonces, hay una preparación. Con el coronavirus no.

Lo que sí sabía y sabe la ciencia es que, mientras se mantenga la agresión de la modernidad contra la naturaleza aparecerán otros signos apocalípticos, incluso más agresivos que el nuevo coronavirus. No se trata solo de vencer el coronavirus, sino de generar conocimientos para atender la crisis ambiental planetaria y cambiar el modelo civilizatorio.

Hay un tema que quizás nos tomó por sorpresa y es que, con la globalización de los vuelos, con muy pocas restricciones y escasos controles, se generó una explosión muy rápida de la cadena de contagios. El papel de las ciudades y las conexiones de aeropuertos en el proceso de propagación del virus, si el conocimiento científico lo previó, pareciera ser una pata que cojeó en los protocolos.

—¿EL VIRUS AFECTA POR IGUAL A TODA LA SOCIEDAD?

—La pandemia de la COVID-19 se sufre de manera desproporcional, porque vivimos en un sistema regido por el capital y marcado por la desigualdad, cuyo metabolismo afecta la fortaleza de algunas comunidades ante las pandemias o epidemias. El SARS-CoV-2, como el capitalismo, tiene la potencialidad de matar, especialmente a “grupos de riesgo” o “susceptibles”.

El capitalismo y el SARS-CoV-2 son dos virus. El segundo es hijo del primero. El capitalismo engulle, destruye. El coronavirus ataca a los humanos, y la respuesta de cada organismo va a depender de características genéticas y de características como la fortaleza que tenga el sistema inmunitario. Ese background depende de otros factores como la nutrición, el ambiente donde se vive, las condiciones para asegurar la higiene… y, allí, hay diferencias en el tejido social. Por tanto, hay humanos más susceptibles y más vulnerables.

Un ejemplo lo tenemos en Estados Unidos en donde la probabilidad de contagio de un afroamericano o de un latino es superior a la de un blanco. ¿Por qué? Los blancos tienen mejores condiciones nutricionales, sociales y tienen dinero que les da acceso a los sistemas de salud. En cambio, el resto de la población no; por lo tanto, sufren más la pandemia.

El virus es como el capitalismo: ataca de manera diferencial.

—¿TIENE ALGUNA RELACIÓN LA RENTABILIDAD DE LAS MEDICINAS CON LA CURA DE ENFERMEDADES COMO EL COVID-19?

—Absolutamente. Hay enfermedades conocidas como “enfermedades descuidadas”. Para estas enfermedades no se producen medicamentos, porque la población que las sufre no tiene los medios económicos o porque el tamaño de la población que la sufre no produciría beneficios económicos.

La industria farmacéutica es de las más poderosas del mundo. Es una industria que opera en función de la rentabilidad, del capital. En este momento lo estamos viendo con la COVID-19. Hay una carrera impresionante para producir una vacuna, básicamente porque es un negocio, un negocio muy grande.

Lo estamos viendo con algunos medicamentos que ya se sabe que sirven como terapia complementaria contra el COVID-19. Hay una guerra entre empresas para desacreditarse unas a otras, incluso utilizando el sistema científico, las revistas científicas para tergiversar información y asegurar la pugna entre medicinas.

El caso de la hidroxicloroquina es muy emblemático. Este fármaco fue recomendado por la Organización Mundial de la Salud. Luego apareció un estudio que cuestionaba el uso de este medicamento, en la revista The Lancet, una publicación muy prestigiosa de medicina y de biología molecular. Inmediatamente la Organización Mundial de la Salud retiró la hidroxicloroquina de su lista de brazos de terapéuticos; pero, a los días, apareció un artículo en la misma The Lancet donde se demostraba que los datos que utilizaron los autores anteriores habían sido manipulados.

Es parte de la guerra. Es un problema de rentabilidad que hace que unas medicinas se produzcan más que otras, y que algunas enfermedades sean atendidas mejor que otras.

Además, no podemos olvidar la responsabilidad que tienen la ciencia y la industria farmacológica en mutaciones de gérmenes y patógenos al manejar las enfermedades como un negocio.

Por eso Venezuela ha propuesto, ante organismos internacionales, que los conocimientos estén fundamentados en datos abiertos para ayudar a los países a enfrentar desafíos como la actual pandemia y la crisis de la modernidad.

Es clave establecer redes de innovación y de conocimientos para la vida. El presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, ha encomendado poner el conocimiento, las pruebas diagnósticas, las vacunas y todos los protocolos sanitarios al servicio de los pueblos.

—¿CUÁL ES EL MAYOR DESAFÍO DE LOS PUEBLOS ANTE ESTA PANDEMIA?
—El desafío es alcanzar mayores niveles de cooperación y de solidaridad.

La solidaridad, la generosidad, el trabajo en equipo son las capacidades que nos están salvando en esta pandemia. ¡Tenemos que colectivizar los cuidados! No solamente está el tema de cuidarse con la mascarilla para cuidar a los demás; se trata de ayudar a las personas que están en situación de vulnerabilidad y que, por ejemplo, necesitan comida, medicamentos, apoyo emocional.

El tema del cuido, ahorita, es muy importante porque no toda la población está en capacidad de autosustentarse, ya sea porque tienen alguna diversidad funcional, porque son muy viejitos, porque trabajan para ganarse el sustento en el día a día.

El desafío es unirse y mantener unos niveles altos de solidaridad y conciencia para activar y fortalecer procesos de lucha popular por el derecho de los pueblos a la salud. Eso requiere mucha batalla, mucha presión a las corporaciones y a los Gobiernos. Es un reto que también pasa por asumir el conocimiento como un derecho colectivo de los pueblos.

¿QUÉ DIFERENCIAS PUEDE APRECIAR EN LA FORMA COMO HAN ENFRENTADO LA PANDEMIA PAÍSES COMO ESTADOS UNIDOS, RUSIA Y CHINA? ¿HA INFLUIDO LA ORIENTACIÓN IDEOLÓGICA DE LOS GOBIERNOS EN LA MANERA DE LIDIAR CON LA CRISIS?

—Hay diferencias en la forma como se enfrenta la pandemia según los países, y esa diferencia tiene una raíz en la ideología y en el modelo de derechos humanos que tienen los Gobiernos como representantes de los pueblos. En el caso de Estados Unidos, que es un Gobierno corporativo, un Gobierno dominado por intereses corporativos, la cosa se maneja de manera tal que se ponen como prioridad la economía y las ganancias. Entonces, la recomendación que hace la OMS, por ejemplo, sobre la necesidad de mantener el confinamiento comunitario, se coloca inmediatamente en una balanza, y se empiezan a calcular las pérdidas económicas que produce el confinamiento y a buscar alternativas para que la cuarentena no dure tanto o se relaje, con la única intención de que no se pierda dinero en los negocios.

Otros países, como China, hicieron todo lo contrario. China prácticamente clausuró una ciudad completa. Wuhan, una urbe muy importante desde el punto de vista económico, comercial y de intercambios, porque necesitaba controlar lo que se veía como una fuerte epidemia. China cerró la ciudad, garantizó los alimentos a las familias y logró controlar el virus.

En el caso nuestro, hemos priorizado la vida en medio del criminal bloqueo de EE. UU. Si nos comparamos con Brasil; o Chile, que es como el símbolo del neoliberalismo, la diferencia es notable. Chile y Brasil están entre los 10 países con más contagios. Las principales medidas, en Venezuela, han sido mantener la cuarentena; la encuesta permanente por la plataforma Patria; el diagnóstico temprano, masivo y personalizado; la atención integral gratuita a cada paciente.

—¿QUÉ LECCIONES DEJARÁ ESTA EXPERIENCIA?
—Son múltiples lecciones que deja esta pandemia. Una fundamental es el tema de la salud pública. La necesidad de invertir en poderosos sistemas de salud.

Otro aprendizaje es la necesidad de entender la salud de una manera diferente a como se ha hecho, que no sea la salud concentrada en el curar enfermedades, sino en trabajar en el cuidado integral de la salud, desde el buen vivir. Es una lección gigantesca.

Otra lección, que me parece importante, es la de relaciones internacionales de cooperación de los pueblos del sur. Una estrategia frente a las medidas coercitivas unilaterales impuestas por poderes imperiales, que van contra toda norma legal del principio internacional y del derecho a la vida.

Mientras los intereses de algunos países con prácticas terroristas y mafiosas mantienen una visión colonialista, otras naciones se juntan para resistir, luchar e insistir por el bien de los pueblos y de la humanidad.

¿LE DICE ALGO QUE TAMBIÉN HAN SIDO NOTICIAS LA PRESENCIA DE LANGOSTAS QUE AMENAZAN CULTIVOS Y NUBES DE POLVO DEL SAHARA QUE HAN LLEGADO HASTA CARACAS?

—Son problemas que se relacionan con la crisis ambiental global. La pandemia es, apenas, una bala de la crisis ambiental provocada por un modelo civilizatorio que amenaza la vida. La situación desatada por el SARS-CoV-2 nos demuestra que la crisis de la modernidad capitalista es la que prolonga y estimula los efectos devastadores de la COVID-19. No es que la pandemia esté promoviendo este tipo de problemas o que este 2020 es un año pavoso.

¡No! Estamos en una situación de cambio ambiental global y cada año va a ser peor, porque hay una alteración total del sistema climático que produce cambios en los niveles de lluvia, en las temporadas de sequía, en los suelos, en los niveles del mar; desertificación, problema de acidez de los mares, problemas de contaminación con nitrógeno, o un desequilibrio de los balances de fósforo y nitrógeno de la tierra. Eso se traduce en eventos climáticos extremos, como huracanes, ciclones, las nubes de polvo que vienen del Sahara.

El aumento de las plagas de insectos es otro efecto de la modernidad incrementado por el sistema de cultivos y monocultivos intensivos con uso abusivo de plaguicidas e insecticidas. Las especies se vuelven más resistentes a los insecticidas y más agresivas.

¿CÓMO DEBEN SER CONDUCIDAS LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA PARA PREVENIR ESTAS SITUACIONES?
—La COVID-19 desnuda la crisis del modelo civilizatorio de la modernidad.

Hoy, la pandemia deja claro que el modelo dominante no se sustenta. Es necesario definitivamente un nuevo modelo civilizatorio, porque lo que está detrás de todo esto es la muerte de la humanidad.

El mayor reto de la ciencia es reflexionar sobre sí misma. Lo primero que debemos hacer es avanzar en la descolonización del pensamiento. En Venezuela lo empezamos a hacer.

Debemos asumir la necesidad de construir una ciencia nuestra, porque partimos de una realidad distinta. Una ciencia con conciencia. Chávez fue un promotor de esta visión. Así lo visualizó cuando creó el Ministerio para Ciencia y Tecnología. Hacer que la investigación y que la búsqueda de conocimientos tengan como fin asegurar condiciones de vida digna, salud, felicidad, justicia.

La ciencia debe estar al servicio de la vida, no de intereses corporativos, ni de intereses económicos. La búsqueda del conocimiento debe tener como fin alegrarnos la vida, hacernos la vida más feliz. Las investigaciones que se hagan hoy para entender la biología de los virus, de las bacterias, de los organismos que podrían afectar al ser humano deben ser conocimientos que deben estar disponibles para la humanidad, ¡la ciencia abierta!, para la prevención y la preparación ante futuras pandemias.

La investigación también tiene que servir para entender nuestra sociedad, la manera en que nos relacionamos los seres humanos con la naturaleza y, con base en esos conocimientos, promover la sustitución del modelo de sociedad actual que ha demostrado ser un modelo de muerte. La ciencia y la tecnología deben estar al servicio de la vida.

Como dice el maestro Enrique Dussel, necesitamos tener la vida como criterio de conocimiento, de humanidad, de economía.

GABRIELA JIMÉNEZ
Caracas-Venezuela
Gabriela Servilia Jiménez Ramírez nació en Caracas. Hija de Servilia Mercedes Ramírez y de Rafael Epifanio Jiménez Sánchez, es la segunda de tres hermanos. Dice que su progenitor y su abuelo le inculcaron el amor por la ciencia.
Egresada de la Universidad Central de Venezuela en Biología Celular, con maestría en Docencia de la Investigación, casada y con tres hijos.
Se desempeñó como profesora en la Escuela Naval de Venezuela y ha liderado 25 proyectos de investigación, le gusta leer. Cree en la ciencia, como cree en el hombre, en la vida, en la esperanza, el conocimiento abierto, en la solidaridad y el voluntariado. Desde el 6 de junio de 2019 ejerce funciones de ministra del Poder Popular para Ciencia y Tecnología y como tal forma parte de la Comisión Presidencial para la Prevención, Atención y Control del coronavirus.

ENTREVISTA JUAN CERMEÑO, PERIODISTA DE CIUDAD CCS

Fuente: Mincyt

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